UN ATARDECER
Se
persigue la rueca de la tarde
tan
gastada que da en atardecer
tanto
más lento cuanto que hay por ver
si es
más conveniente que Dios nos guarde
o si
confiamos en nosotros mismos,
a falta
de vínculos soberanos.
El
cielo nos devuelve con las manos
dorada
arena y pocos silogismos.
Atardecer,
¡hora de diccionarios!
Atardecer,
¡contemplación sabida!
Atardecer,
¡oh, remate del día!
En
observar todo quedamos varios
comprometidos,
y el cielo.
Una vida
sin
duende alrededor de su vía.
Ha
atardecido: un polvo dorado
anda
más que trota por la memoria
de
sucesivos crepúsculos y si te atreves
establécete
como para la guerra
que
libran los hombres a diario por causa del dinero…
En
cambio el tiempo es inacumulable.
Y seguro
bien de valor añadido
cada incierta
hora, cada día:
no
cuaja ser avaro o negligente
ni
derrochar del tiempo en distracciones.
La luna
te sepulta, una luna rosada,
la cual
es evidente que está bien conservada.
Ya la
noche sus predios inspecciona:
le es
dado ya lo que reclama;
toma la
circunvalación, las avenidas,
y oscurece
las casas.
¡Dónde
quedó la tarde,
sino en
la memoria, en cada memoria!
¿Qué fue
determinante, y a qué precio?
Dudo
mucho que se digne explicarse
alguien
tan majestuoso como la creación de mundos nuevos.
La
noche sin tapujos ha tomado como es normal sus decisiones.
Has de
esconderte un día, por sorpresa, disimuladamente,
en las
aguas del río, y huir así:
cruzando
hasta la otra ribera,
mojado
hasta los huesos,
conquistador
atento de la voluntad.
Y nada
más tengo que decir, yo, soberano.
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by tx1sk0
'Poemas Instantáneos'
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