martes, 2 de junio de 2015

UN ATARDECER




















UN ATARDECER


Se persigue la rueca de la tarde
tan gastada que da en atardecer
tanto más lento cuanto que hay por ver
si es más conveniente que Dios nos guarde

o si confiamos en nosotros mismos,
a falta de vínculos soberanos.
El cielo nos devuelve con las manos
dorada arena y pocos silogismos.

Atardecer, ¡hora de diccionarios!
Atardecer, ¡contemplación sabida!
Atardecer, ¡oh, remate del día!

En observar todo quedamos varios
comprometidos, y el cielo.
                                             Una vida
sin duende alrededor de su vía.

Ha atardecido: un polvo dorado
anda más que trota por la memoria
de sucesivos crepúsculos y si te atreves
establécete como para la guerra
que libran los hombres a diario por causa del dinero…
En cambio el tiempo es inacumulable.
Y seguro bien de valor añadido
cada incierta hora, cada día:
no cuaja ser avaro o negligente
ni derrochar del tiempo en distracciones.
La luna te sepulta, una luna rosada,
la cual es evidente que está bien conservada.
Ya la noche sus predios inspecciona:
le es dado ya lo que reclama;
toma la circunvalación, las avenidas,
y oscurece las casas.
¡Dónde quedó la tarde,
sino en la memoria, en cada memoria!
¿Qué fue determinante, y a qué precio?
Dudo mucho que se digne explicarse
alguien tan majestuoso como la creación de mundos nuevos.
La noche sin tapujos ha tomado como es normal sus decisiones.
Has de esconderte un día, por sorpresa, disimuladamente,
en las aguas del río, y huir así:
cruzando hasta  la otra ribera,
mojado hasta los huesos,
conquistador atento de la voluntad.
Y nada más tengo que decir, yo, soberano.


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by tx1sk0
'Poemas Instantáneos'

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