domingo, 7 de diciembre de 2014

HE DE MEJORAR MUCHO MIS SILENCIOS



















Imagen: El Greco




HE DE MEJORAR MUCHO MIS SILENCIOS



Tengo una pena honda, una asfixia
pulmonar en grado leve, tres cuñados,
una mascota exótica (un ornitorrinco),
seis deudas por pagar
y la desgracia —dicen algunos—
de no arrepentirme de nada de ello.

No soy discreto, ya lo ven, señores,
la discreción no es uno de mis fuertes,
a pesar de lo mucho que trabajo en ello.
No se puede ser prolijo y desprendido
en un mundo que exige brevedades,
despotricaciones, alegatos, infamias.
He de mejorar mucho mis silencios.
Manejar hábilmente la callada.
Ser fragmentario.
(¿Y hablar de mentira?, ¿y hablar de verdad?).
Soy un personaje secundario.
Cuando escribo, la locuacidad me surte
de materia prima.
No veo nada malo en esto.
Ser poeta es vivir expuesto.
Por propia elección, naturalmente.
Si no, ahí tenemos el anonimato,
y, más allá, el genio.


Tengo una ligera hepatomegalia,
diez mudas contadas de ropa interior,
un automóvil, una impecable biblioteca,
tres hijos, un sueldo modesto,
y tampoco hallo motivos para el arrepentimiento.

Hay gente que sabe más de mí que yo,
o eso pretende.
Yo no tengo nada que ocultar: mirad mi mano,
mirad mi rostro, mirad mi estatura…
Si esto no os dice nada, es que estáis dormidos.
¿Y no veis que tengo mis motivos?
¿Qué concienzudamente me he preparado
para profundizar en mi psique
con sinceridad, como un atleta,
y regresar desde esa alienación?
Ser poeta, diría, importa poco.
O importa menos de lo que se piensa.
Importa más, por ejemplo, ser buena persona,
o atenerse a un código de honor,
o tener palabra.
Lo que pasa es que me miro mucho el ombligo
—me he encontrado hasta tres—:
servidumbres de la psiconáutica.
Pero tampoco de esto estoy arrepentido.

Tengo 52 años, una carrera,
una pena honda, como antes decía,
que quiero guardar para mí,
y respuestas concluyentes para pocas cosas.

Creo que el mundo es maravilloso,
sé que no ha parado ni un momento,
que vivir como hombre es de buena ventura.
Tengo tanto que aprender aún…
Y no me queda tiempo, se nos escurre el tiempo
como arena entre los dedos cerrados de las manos.

Tengo, por último, y todavía, dos o tres deseos,
siete buenos amigos, medio litro de tinto en el cuerpo
y un cansancio de siglos y una cama de lujo
y una luz que obedece las órdenes de mi dedo.
Salud y paz, señores, personajes del drama
del actual estado de las cosas.

Que yo me duermo, me duermo, y no veré la obra.



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'Poemas Irredentos'


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