Imagen: El Greco
HE DE MEJORAR MUCHO MIS
SILENCIOS
Tengo una
pena honda, una asfixia
pulmonar
en grado leve, tres cuñados,
una
mascota exótica (un ornitorrinco),
seis
deudas por pagar
y la
desgracia —dicen algunos—
de no
arrepentirme de nada de ello.
No soy
discreto, ya lo ven, señores,
la
discreción no es uno de mis fuertes,
a pesar
de lo mucho que trabajo en ello.
No se
puede ser prolijo y desprendido
en un
mundo que exige brevedades,
despotricaciones,
alegatos, infamias.
He de
mejorar mucho mis silencios.
Manejar
hábilmente la callada.
Ser fragmentario.
(¿Y
hablar de mentira?, ¿y hablar de verdad?).
Soy un
personaje secundario.
Cuando
escribo, la locuacidad me surte
de materia
prima.
No veo
nada malo en esto.
Ser
poeta es vivir expuesto.
Por
propia elección, naturalmente.
Si no,
ahí tenemos el anonimato,
y, más
allá, el genio.
Tengo una ligera hepatomegalia,
diez
mudas contadas de ropa interior,
un
automóvil, una impecable biblioteca,
tres
hijos, un sueldo modesto,
y
tampoco hallo motivos para el arrepentimiento.
Hay
gente que sabe más de mí que yo,
o eso
pretende.
Yo no
tengo nada que ocultar: mirad mi mano,
mirad
mi rostro, mirad mi estatura…
Si esto
no os dice nada, es que estáis dormidos.
¿Y no
veis que tengo mis motivos?
¿Qué concienzudamente
me he preparado
para
profundizar en mi psique
con
sinceridad, como un atleta,
y
regresar desde esa alienación?
Ser
poeta, diría, importa poco.
O
importa menos de lo que se piensa.
Importa
más, por ejemplo, ser buena persona,
o
atenerse a un código de honor,
o tener
palabra.
Lo que
pasa es que me miro mucho el ombligo
—me he
encontrado hasta tres—:
servidumbres
de la psiconáutica.
Pero
tampoco de esto estoy arrepentido.
Tengo
52 años, una carrera,
una
pena honda, como antes decía,
que
quiero guardar para mí,
y
respuestas concluyentes para pocas cosas.
Creo
que el mundo es maravilloso,
sé que
no ha parado ni un momento,
que
vivir como hombre es de buena ventura.
Tengo tanto
que aprender aún…
Y no me
queda tiempo, se nos escurre el tiempo
como
arena entre los dedos cerrados de las manos.
Tengo,
por último, y todavía, dos o tres deseos,
siete
buenos amigos, medio litro de tinto en el cuerpo
y un
cansancio de siglos y una cama de lujo
y una
luz que obedece las órdenes de mi dedo.
Salud y
paz, señores, personajes del drama
del
actual estado de las cosas.
Que yo
me duermo, me duermo, y no veré la obra.
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by tx1sk0
'Poemas Irredentos'
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