Imagen: radiación ultravioleta del Sol
TARDE, LA REVELACIÓN
Tarde,
tarde, tarde llega el impacto de la revelación;
de
haber sabido la eficacia de un acto u omisión,
¿no
hubiéramos actuado de otro modo?
Pero la
revelación es sin preguntas,
es una
salvedad que echa raíces
y produce
frutos de muchas variedades,
cada
uno a su debido tiempo y según cómo,
es efecto
de efectos, y causa de causas.
Por lo
tanto, la revelación ciega,
confunde,
asusta y hasta descompone
a su
sujeto, lo inservibiliza,
suele
llevarle a retirarse en ásperos parajes,
y a hacerse
adusto, y le inclina naturalmente a predicar
las
leyes con un lenguaje propio,
los
preceptos del nuevo conjunto de creencias,
a qué
límites está sujeto el hombre.
La
revelación se basa en la distancia
entre
quien crees ser y quien de verdad eres.
Quizás
no la tengas nunca,
ni la
eches en falta, ni la desees.
Amigo
de la verdad,
enemigo
de todos los que la secuestran
en
nombre de lo que sea.
Si me
preguntan, diré que soy presbiteriano
o
mejor, presbítero, y vegetariano.
No sé
por qué doy consejos que desoigo,
me subo
al pedestal y solemnizo lo obvio,
para
decir docena digo doce,
ciento
en lugar de cien,
poso
desinhibido, locuaz y panfletario,
he caminado
un diez por ciento más que el otro mes,
y qué
hay de mi sueldo, según dice el contrato.
¡Ay, la
revelación! ¡Camino no surcado!
¡Que si
la has alcanzado, que si no!
¿Por
qué escribir siempre a contracorriente?
¡Ya
está bien de balbuceos, poeta incontinente!
Para
ser honesto, revelo lo inviolable
y el
espíritu a veces me deja abandonado,
y si
escribo a contracorriente
es para
buscar por mí mismo la fuente
de todo
lo que me rodea y constituye,
donde
creo son máximas las probabilidades
de
revelación, según la recua de predicadores
que nos
precedieron.
Revelación:
desconsuelo.
¿Qué es
lo peor que me puede pasar? Es el morirme
justamente
ahora, cuando mi carga es preciosa.
Y hay
mil formas de imaginar peligros,
mil
prevenciones, mil desvíos.
Grande
es el desconsuelo por compartir la llama
que se
lleva dentro, por conseguir audiencia;
y la
predicación en sí misma desconsuela
si
contamos en personas reveladas,
aunque
el mejor momento es el dictado
de la
superdoctrina y el listado de faltas.
Si se
abraza una religión, se abraza entera.
A mí me
fue dada de cuerpo completo.
Más
allá de la revelación, en puridad,
no
existe nada.
Mejor
dicho, se crea y se extingue y se recrea minuciosamente
el
momento presente, ese que suspira,
porque
ser transitorio o no es ser en precario,
es
distinguir claramente futuro, presente y pasado,
cómo
nos articulan y traspasan,
cómo
nos van tallando el rostro
los
sucesos, los lugares,
las
luces y las sombras.
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'Poemas Irredentos'
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