viernes, 21 de noviembre de 2014

INCERTIDUMBRE



















Imagen: Andy Warhol




INCERTIDUMBRE



En el jardín de la incertidumbre
—un jardín prolífico y abandonado—
se entretiene mi tosquedad,
mi lejana sed de viajar,
mis atributos de varón,
mi selvatiquez más profunda,
mi raíz más irradicable.

¿Por qué atraer antes de tiempo una desventura?
¿Por qué dar por acaecido lo innumerable,
lo incalculable, lo impredictible, lo inexplicable?
¿Por qué no rechazar de plano el tiempo?
¿Por qué aceptar el yugo de lo sucesivo
si a cada momento vivo lo simultáneo?

Comecocos de artista, filosofemas,
preguntas sin respuesta cierta…
Cierta manera de afrontar el riesgo
me complica en algunas paradojas.
Soy de llamar al pan pan y al vino vino,
mas bajo ciertas circunstancias llamaría pan al vino,
según me fuera en ello
algo que no fuera el ejemplo
o la lealtad que debo a la poesía.

La incertidumbre, ¿a qué precede?, ¿qué anuncia?
En muy contados casos la certeza.
El resto de las veces se conforma con agitar
el reflejo en el techo del agua
contenida en la jarra transparente del alma.
La duda es el estado natural del hombre,
la carencia y la duda.
Es el runrún meditativo en cero.
Es la conciencia de no perdurar en absoluto.

Las noches, este otoño, son húmedas, brumosas.
El sol a duras penas araña en la jornada
unos rayos de luz a un cielo azul muy claro.
Los días pasan como las cuentas de un rosario,
o como transponedores entre el quiero y el puedo,
o como sobrios recordatorios del ritual silencioso
del acto ordenado y consciente y genuino.
No lloraré estos días que aún no traen escarcha.
Me habré batido el cobre en sinfín de batallas
del orden de más/menos 1 día.
No. No estaré arrepentido de haber dado mi tiempo
diario al oficio y la práctica de la soledad,
a escribir con notable desenfreno
y a disfrutar del trato del animal humano.
La incertidumbre, necesaria, en su momento sirve;
después lastra.
Hay que admitirla al punto de no darle importancia.
Como una constante predeterminada,
que a mayor saber transige mayor duda,
y que en el ignorante se reduce a nada.
Noches de otoño, oh, noches, noches del alma,
¿dónde quedó el fuego afirmativo,
dónde el pulmón henchido,
dónde los prolegómenos de la palabra?

A riesgo de ser doctoral,
soy la mímesis de cuanto abarca
mi estupidez, supina y demostrable.
La ventaja tengo de mi puntería,
y de mi arrojo en combate a ras de suelo.
La luna se demora por el cielo

y luce un halo concéntrico perfecto.


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by  beingbang & tx1sk0
'Poemas Irredentos'

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