ENTRISTECIDO
De elaboración
propia, mi poesía
no
alcanza más allá de otro escalón.
Cabalgamos a hombros de gigantes,
nos valemos
de útiles y herramientas
heredadas
cum laude de maestros
que te
funden un algo por adentro,
que das
con pensamiento y nervadura
bóvedas
tales catedrales marinas
o como
medios cañones construidos,
dónde
estaríamos sin el saber
—óptimo
grado de conocimiento
de las
cosas— y cómo nos va ahora
no
tengo hambre ni sed,
soy un
simple escalón de los estados de conciencia,
de los
grados de arrojo poético.
Casi
nada se necesita tanto como creemos,
tienes
una casa habitable, cocina
y
puertas de seguridad con cámara
las 24
horas, tienes calefacción,
ropa
que ponerte, comida fresca,
tienes
televisor y ordenador,
baño,
celular, energía eléctrica, agua corriente,
desmaquillante,
betadine, vendas,
el
número de la cartilla de tu banco.
¡Tienes
a reventar! ¿Tú qué más quieres?
Menos
autoayudarse y más heteroayudar;
eso
curaría muchos males propios
de
rebote.
Siempre entristezco a tiempo
en
temporada de huracanes ciegos
en
Haití, en Cuba, en la Florida.
Estoy
como prevenido, triste ya de oficio,
y poco
dado a entristecer con las noticias;
y no me
gusta apenarme a la vista
del
inmensamente selecto, minoritario,
club
masón en el que se paga con tarjeta
y al
contado por airear tus penas y tus preocupaciones.
¿Y
quién puede resistirse? ¿Quién aprovecharlo?
Yo sé que
nada tienen que ver los vendavales
con mi
parda tristeza en el otoño
un con
mi condición de libre de pecado.
Pero
llegar a mayor es lo que tiene:
aceptas
el sustrato y nombras su nombre:
tierra;
su condición: fértil;
su
concatenación: en forma de hortaliza;
y te
incorporas a la escena del presente
con
esfuerzo, como llegando de muy lejos.
Por ser
mayor me perdono si tuve la culpa en algo,
en la
insistencia de tomar del codo
y detener
el paseo, que es de mala educación,
por
mejor señalizarte los términos de mi amor,
el
valor de mi contrato, la recta
atención
asegurada, el camino
empezado,
que por ahí se empieza
y se
termina con mi intimidad,
mi
desarrollo nervioso y mis manías.
Y
llegado el final, no dudo en rematarlo
con
marrón otoñal de árbol caduco,
con
cielos grises que descargan lluvia,
y una
premonición apenas, un presagio
de
fortalezas ebrias, millonarias,
un
presagio de inmunidades a la carta,
un
anuncio premonitorio de un trofeo,
una
lucha sorda que se disputa
entre
las integrales del deseo.
Tuve una
vez intención de callar.
No me
lo tengan, por favor, en cuenta:
privilegios
de la edad, ese es otro cantar.
Por
esta sentada ha sido bastante.
Es hora
de callar por hoy, se hace de noche.
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beingbang
'Poemas Irredentos'
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