viernes, 7 de noviembre de 2014












ENTRISTECIDO



De elaboración propia, mi poesía
no alcanza más allá de otro escalón.
Cabalgamos a hombros de gigantes,
nos valemos de útiles y herramientas
heredadas cum laude de maestros
que te funden un algo por adentro,
que das con pensamiento y  nervadura
bóvedas tales catedrales marinas
o como medios cañones construidos,
dónde estaríamos sin el saber
—óptimo grado de conocimiento
de las cosas— y cómo nos va ahora
no tengo hambre ni sed,
soy un simple escalón de los estados de conciencia,
de los grados de arrojo poético.

Casi nada se necesita tanto como creemos,
tienes una casa  habitable, cocina
y puertas de seguridad con cámara
las 24 horas, tienes calefacción,
ropa que ponerte, comida fresca,
tienes televisor y ordenador,
baño, celular, energía eléctrica, agua corriente,
desmaquillante, betadine, vendas,
el número de la cartilla de tu banco.
¡Tienes a reventar! ¿Tú qué más quieres?
Menos autoayudarse y más heteroayudar;
eso curaría muchos males propios
de rebote.

                   Siempre entristezco a tiempo
en temporada de huracanes ciegos
en Haití, en Cuba, en la Florida.
Estoy como prevenido, triste ya de oficio,
y poco dado a entristecer con las noticias;
y no me gusta apenarme a la vista
del inmensamente selecto, minoritario,
club masón en el que se paga con tarjeta
y al contado por airear tus penas y tus preocupaciones.
¿Y quién puede resistirse? ¿Quién aprovecharlo?

Yo sé que nada tienen que ver los vendavales
con mi parda tristeza en el otoño
un con mi condición de libre de pecado.
Pero llegar a mayor es lo que tiene:
aceptas el sustrato y nombras su nombre:
tierra; su condición: fértil;
su concatenación: en forma de hortaliza;
y te incorporas a la escena del presente
con esfuerzo, como llegando de muy lejos.

Por ser mayor me perdono si tuve la culpa en algo,
en la insistencia de tomar del codo
y detener el paseo, que es de mala educación,
por mejor señalizarte los términos de mi amor,
el valor de mi contrato, la recta
atención asegurada, el camino
empezado, que por ahí se empieza
y se termina con mi intimidad,
mi desarrollo nervioso y mis manías.

Y llegado el final, no dudo en rematarlo
con marrón otoñal de árbol caduco,
con cielos grises que descargan lluvia,
y una premonición apenas, un presagio
de fortalezas ebrias, millonarias,
un presagio de inmunidades a la carta,
un anuncio premonitorio de un trofeo,
una lucha sorda que se disputa
entre las integrales del deseo.

Tuve una vez intención de callar.
No me lo tengan, por favor, en cuenta:
privilegios de la edad, ese es otro cantar.
Por esta sentada ha sido bastante.

Es hora de callar por hoy, se hace de noche. 


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by  beingbang
'Poemas Irredentos'

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