jueves, 27 de noviembre de 2014


















© de la imagen: chandra/nasa




VENGO DE AYER PARA ESCRIBIR AHORA



En todo me descuido, como si dispusiese
de una atención al por mayor,
una de máximo calibre,
inepta para capturar el pormenor
de unos vestidos o de unas monedas
o de un nombre, un número, una llave.
Soy un ser indefenso en sociedad,
debido a mi poca habilidad para conversar
y a mi tristísima ignorancia
de chismes y noticias.

¿A qué atiendo?
Atiendo al exterior con mis sentidos,
atiendo a mi interior con mis ideas.
Y el resultado es ese sentimiento ambivalente
del adicto que ya tiene su dosis
y no repara en banalidades
que le impidan administrársela,
que todos conocemos, aun de oídas.
Si no me entra la risa, procuraré
poner cada flor en su maceta,
ser fitófilo,
amarme a mi manera incisiva
premolar y reglamentaria, siempre en primera línea,
siempre que no se trate de hablar en público,
se sobrentiende, siempre adelante
y siempre delirantemente fino.

¿A qué no atiendo?
A infinidad de cosas, a infinidad de renuncias,
al resentimiento, a lo pasajero y a lo constante
como recubrimiento del dolor,
al flujo natural de las cosas
que se me escapan, se intangibilizan
si pretendo, audaz, reordenarlas.
A mi ridícula pretensión de poetizar
mi vida y mi experiencia
usando un molde trágico.
No atiendo los semáforos,
por eso ya ni salgo,
soy descuidado por defecto, sin dolo.
Soy una isla perdida en algún mar del norte
cuyo mismo aislamiento la preserva en el tiempo.
Soy diminuto, insignificante, sí, pero no menos
orgulloso de esgrimir la razón en el debate
y capaz de amar llegada la ocasión.
Soy una antigüedad.

Vengo de ayer para escribir ahora.



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'Poemas Irredentos'


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