sábado, 1 de noviembre de 2014

AQUÍ TODO ESTÁ ARDIENDO

Como no me haces caso,
visto y no visto voy volando
hasta la caravana de tus pechos
de frente entrando
por no ponerte en el aprieto
de adquirir género de contrabando.

Voy como al sesgo,
perdida la cabeza en mis asuntos,
que son serios y muchos,
parábola de un testamento
hecho para los justos.
No tengo claro
que me haga bien declararte mis amores,
no dé yo en desamparo
de mis gestores
para poder decir: «Sigue ese faro.»

No se pueden seguir todas las rutas
a la vez, ni partirse
como el pan hasta hacerse migas;
el don de la ubicuidad transmuta
un probar en las cosas consumirse.
Como en hábil dilema,
no envidia mi soledad a mi garganta,
y mi falo te quema,
y se abre paso en tu vagina a tientas
y si se sientes muy muy sola canta.

¡Qué cacho polvo!
Ve en paz mi niña, ego te absolvo.
Búscame por las torrenteras
montada en tu Volvo,
ya no quiero saber de tus ronqueras
de matrimonio.

Poliorgásmica, según veo,
el rubor se apodera de tus pechos,
y los helechos
arropan nuestra desnudez;
te la meto hasta el fondo del deseo.
Y palmo a palmo
te gano un beso,
te canto un salmo
en el oído
y la procacidad
y el embeleso
bailan cuando jodemos
al compás; gana un palmo
mi luenga polla en la oquedad
de tu coño receptivo
hasta el diafragma,
y estamos más calientes que dos chivos.
Y llevamos ganas de follar
hasta mañana,
cuando la superficie meridiana
de tu piel y sus pliegues
esté debidamente cartografiada.

Me corro, te transformas.
A mí me has dado contento.
Tus firmes formas
en venérea coalición
buscan un firmamento,
yo te doy un fragmento
de mi estado sexual
y tú te me confieses.
(Estoy hecho un gran bobalicón
al que la gente acepta.)

Te estoy dando el abrazo que pediste.
Un abrazo más triste
que otra cosa,
es un abrazo corto, sin entrega,
un abrazo por el que se puede caer
en clamorosa
desidia putativa,
como linfa o placer
que procura tocar tu pelo
de tan buen parecer como motiva.

Yacemos en el hueco de la cama.
Los mares braman,
soplan los vientos.
Están que se disputan, los elementos
y nosotros durmiendo.
(Es un decir.)
Nosotros inmóviles como un lama.
Y aquí todo está ardiendo.
Siento los genitales como centro,
visualizo un chakra de color añil.
Hueles a sexo.
El primero que arde soy yo,
laxo y muy prescindible.
Dejemos que arda lo palpable,
a ver qué resta
tenemos por probable
y tal otra por insufrible
en términos finitos.

Despierto junto a ti, sobre mi tórax
se exhibe tu cabellera negra,

Díganme las doctoras
lo que se debe hacer para dormir
—deme pastillas para no soñar—,
qe yo prefiero
un buen polvo al modo que yo quiero
con cinco pastillitas de ibuprofeno.
Más se descansa y al desayunar
improvisamos el adiós,
nos damos los teléfonos,
un beso de amor
—ese caprichoso amo—,
y todo es de última generación
en cocina y lavabos,
y el beso ha sido un beso de mentira.

De tu perfume guardo las esencias,
y tus palabras fueron encendidas,
como un torreón pasto de las llamas;
curaste mis heridas,
me diste pasatiempo.
¿Nos veremos?
Dependerá del tiempo.
No me quedo en las simples apariencias.
Me quiero centro,
Narciso no: un poeta.
Cada cual tiene sus carencias,
yo aquí las dejo negro sobre blanco.
Las cosas son menudas,
y tú estás en el mismo saco.
Como persona trátame.
No confundas mi nombre
ni mis ojos confundas,
ni cambies de perfume.

Soy un individuo desprogramado;
todo lo acabo recordando
a su debido tiempo
(a menudo en el último momento)
de manera imprecisa,
que mi cabeza se aligera
y se ventila
de tantísima información
como es precisa
a fuer de evacuación
y desprendimiento,
y que la antorcha siga viva, viva.



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by  DÎØƧ
‘Poemas Humanos’



Imagen: Vassily Kandinsky




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